Desde el año 1970, el 22 de abril (equinoccio de primavera en el hemisferio norte) en muchos países se celebra el Día de la Tierra.
El promotor de esta conmemoración fue el senador norteamericano Gaylord Nelson que a partir del año 1962 realizó una campaña para introducir el tema medioambiental en la agenda política del entonces presidente John F. Kennedy.
A la primera convocatoria respondieron más de veinte millones de terrícolas y desde entonces el conocimiento común de los problemas de la contaminación, la conservación de la biodiversidad y la concienciación del calentamiento global han ido en aumento.
De la bolsa de basura a la lamparilla eléctrica
No todos los desperdicios son desechos inservibles, el 65 por ciento de los que arrojamos a las bolsas de basura doméstica podemos reciclarlos para convertirlos en aliados.
En el lenguaje cotidiano solemos catalogar como basura todo aquello que ha dejado de sernos útiles para nuestros intereses inmediatos.
No producir basura en nuestros hogares es una utopía imposible de alcanzar. Sin embargo los desechos orgánicos aunque nos están asfixiando, podrían no formar parte de ningún problema e incluso ayudarnos.
No todos los gobiernos están concienciados de la necesidad de tratar la basura y darle a cada tipo el uso más adecuado para convertirla en socio favorecedor o, al menos un ente lo más inocuo posible para la vida del planeta.
El reciclaje nos permitirá darle a cada tipo de desperdicio un tratamiento adecuado.
Hay distintas clases de basura y distintas formas de regularlas. En este artículo nos limitaremos a opinar tan sólo sobre los desechos orgánicos, urbanos, ganaderos o agrícolas que son, quizás los de más fácil solución en beneficio del medioambiente.
En los vertederos de basura, comunes a todo el planeta, se producen gases que, debidamente encauzados, pueden transformarse en energía eléctrica que pase a formar parte del sistema de alumbrado de las ciudades y calefacción de nuestros hogares.
La producción de electricidad a partir de energías renovables abre paso a la electricidad generada por gas de vertedero, sin pensar demasiado en costes, representa una opción para que los gobiernos den una solución práctica, rentable y necesaria a buena parte de los dos mil millones de toneladas de basura anual, que ya ahogan al planeta.
Es un proceso que se inicia en la escuela.
No desvariamos al afirmar esto ya que el reciclaje es un aspecto fundamental y así como enseñar a reciclar a quienes ya cargamos décadas de malas costumbres sobre nuestros hombros puede resultar una tarea necesaria pero dificultosa, incrustar en la mente de los más jóvenes la necesidad de darle otra oportunidad a la Tierra, comenzando por hacer útil su basura, puede ser la opción que haga viable el futuro del planeta.
Los defensores y los detractores de la reconversión de la basura en energía mantienen abierta desde hace ya bastante tiempo una discusión que, como tantas otras parece quedar encasillada en términos de bueno y malo sin otorgar opciones intermedias.
No hablamos de un proceso cien por ciento limpio pero puede considerarse un eslabón intermedio que sigue a la energía solar o a la energía eólica en la producción energética basada en métodos renovables y, poniendo pro y contras en la balanza no deja lugar a dudas de su necesidad.
Lo cierto es que esta es una opción en la que poco se podría lograr si no hay una participación de todos; de cada uno de los que generamos esa basura, aprendiendo a reconocerla y a separarla al momento de desecharla.
Del vertedero a la red energética
Así como aprendimos a separar la basura antes de tirarla, es necesario aprender sobre los métodos que permitirán hacer de ella un elemento útil.
Los desechos orgánicos y vegetales se utilizarán para producir calor mediante la combustión.
Hablamos de conversión termoquímica que se consigue a través de varias modalidades: pirolisis o sea descomposición térmica de materiales que
contienen carbono; hidrogenación que es la obtención de hidrocarburos de desechos orgánicos; hidrogasificación, o sea la obtención de metano y etano al someter a elevadas presiones el estiércol y, por último la fermentación y destilación de la que se obtiene alcohol a partir de granos de de desechos vegetales.
Con las bacterias que requieren oxígeno o bacterias aeróbicas se utiliza la conversión biológica de la que podemos aprovechar el calor.
Como ejemplos podemos tomar el tratamiento de aguas negras y el de fertilizantes que, sometidos a procesos de descomposición producen gas combustible.
La descomposición necesaria para llegar a producir el gas necesario para iniciar el proceso de transformación en energía, demora entre seis y doce meses y se sostiene por muchos años con posibilidades de iluminar muchos hogares y sitios públicos y quizás en un tiempo no muy lejano dar razón a la FAO, organismo que considera factible su utilización para el transporte como substituto de los combustibles fósiles que a más de contaminar demasiado, nadie ignora que el tiempo terminará agotando.
Son razones sencillas, no muchos los gobiernos que operan en este aspecto, y por suerte tanto Uruguay como España lo están haciendo como muchos otros países de América y Europa.
Por todas las posibilidades que se abren y por la concienciación que se está incrementando en este aspecto no creemos desvariar al decir que la basura orgánica puede comenzar a celebrar con nosotros, terrícolas, el Día Mundial de la Tierra y nosotros, terrícolas, poner nuestro esfuerzo para que, dado un fin a éste, otros tipos de desechos no dañen como lo hacen ahora este preciosísimo planeta.
Vaya... si este artículo lo escribí en el2006
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